El otro día, en un avión, miraba pensativo por la ventana. Con los audífonos puestos, trataba de sumergirme en ‘sonidos de naturaleza’ a través de una playlist relajante de Spotify. Es curioso, pensé, recurrir a estos sonidos pregrabados para encontrar paz o sentirnos conectados con ‘el mundo real’. Pero lo que me intrigó aún más fue la profunda inquietud que sentía en ese momento: una incapacidad total de concentrarme en algo por más de 30 segundos sin la compulsión de cambiar de tarea o de pensamiento.
Creo que todos somos conscientes de cómo nuestra capacidad de atención se ha deteriorado con los años. En mi caso, el TOC agrega una capa de complejidad, y las distracciones constantes van más allá de ser una simple consecuencia de la vida moderna. Pero pienso que, en el fondo, existe una lucha universal por volver al presente, por vivir. «Esto, el momento presente, es todo lo que tenemos» es uno de esos clichés que escuchamos y repetimos, pero rara vez asimilamos, y mucho menos ponemos en práctica. Reflexiono sobre estos temas con frecuencia, y casi siempre termino recurriendo a Oliver Burkeman, un autor que explora nuestra relación con el tiempo y la urgente necesidad de replantearla de manera sana y realista.
Entonces, sentado en ese avión, ansioso e incapaz de concentrarme en nada, saltaba de una distracción a otra: mirar por la ventana, abrir un libro, cerrarlo, garabatear pensamientos inconexos en una libreta que siempre llevo conmigo, cambiar la música por sonidos de naturaleza, sentirme culpable… todo en cuestión de tres minutos. Fue entonces cuando recordé algunas ideas de Burkeman y abrí la app Waking Up, del neurocientífico y filósofo Sam Harris. Paréntesis rápido (¿otra distracción?): Esta app me ha ayudado mucho a integrar el mindfulness en mi vida diaria, poco a poco. A través de la meditación, creo que he desarrollado una faceta espiritual, a pesar de ser agnóstico. Tal vez la ausencia de religiosidad me había dejado un vacío que, de alguna manera, esta práctica ha logrado llenar (además, por supuesto, de sus beneficios ‘reales’). Pero bueno, volvamos a la historia del avión.
Una de las series de Burkeman en Waking Up se llama You Are Here. Cerré Spotify y puse play a la primera sesión, con la paradójica esperanza de frenar un ciclo interminable de distracciones y cambios… con una nueva ‘distracción’. A veces, la vida se siente extrañamente bien (perfecta, incluso), hasta en momentos de malestar, aunque solo sea de forma efímera. Sentí eso, de repente. Escuché atentamente, me dejé llevar. Me rendí.
A mitad de la lección, una cita de C.S. Lewis captó mi atención:
«Lo importante, si se puede, es dejar de considerar todas las cosas desagradables como interrupciones de la vida ‘propia’ o ‘real’. La verdad es, por supuesto, que lo que uno llama interrupciones es precisamente la vida real: la vida que Dios envía día a día».
Las interrupciones no son inherentemente desagradables; solo las percibimos así. Por supuesto, en muchas ocasiones necesitamos enfocarnos seriamente en tareas concretas, priorizando a dónde dirigimos nuestra atención y en cuánto tiempo. Pero, ¿realmente tiene algún beneficio etiquetar todo lo no planificado o incómodo como una distracción indeseada o, incluso, un fracaso? El mayor error, tal vez, sea creer que, en algún momento idealizado del futuro, podremos concentrarnos perfectamente, sin interrupciones. Spoiler: ese momento no llegará. Volviendo a los clichés, el único momento real para sumergirse en la vida es aquí, con distracciones y todo. Porque todo esto es la vida, ¿no?
Tal vez no necesitemos luchar tanto contra esa ansiedad esporádica de querer hacerlo todo al mismo tiempo, pensé justo antes del despegue. Quizás no se trata de perfeccionar continuamente nuestro enfoque, productividad o la capacidad de disfrutar cada segundo al 100%. Estar presente tiene mucho menos que ver con el control y más con aceptar la vida tal cual es, especialmente sus aspectos que, por más que los consideremos incómodos y poco óptimos, nunca van a cambiar, por más vueltas que les demos en la cabeza de un simple mortal. Las interrupciones son, definitivamente, una de ellas.
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