¿Sobre quién habla el autor cuando escribe? ¿Acaso importa? Es imposible saberlo; escribir destruye toda voz y sus orígenes. Según el crítico literario y filósofo francés Roland Barthes, la escritura, al igual que otras formas de arte, «es ese lugar neutro, compuesto, oblicuo, al que va a parar nuestro sujeto, el blanco-y-negro en donde acaba por perderse toda identidad, comenzando por la propia identidad del cuerpo que escribe».

El autor entra en su propia muerte, comienza la escritura.

Roland Barthes, La muerte del autor

Barthes introdujo el concepto de ‘la muerte del autor’ en su ensayo de 1967 titulado La mort de l’auteur, publicado inicialmente en la revista literaria Manteia y luego incluido en su libro El susurro del lenguaje. En este influyente ensayo, argumenta que la interpretación de una obra no debe estar condicionada por las intenciones, motivaciones, identidad o biografía del autor. Por tanto, el autor ‘muere’ tan pronto como crea su obra, y esta se convierte, en cierto modo, en propiedad y responsabilidad del lector, quien construye todo significado. Esta propuesta ha sido debatida durante años en el mundo de la literatura, pero hoy me invita a reflexionar sobre el rol y significado del autor y el lector en la era digital (¿o sería más preciso hablar de ‘creadores’ y ‘consumidores’?).

El pensador francés parece referirse a ‘la muerte del autor’ en un sentido amplio, aplicable no solo a quienes escribimos ficciones, sino a cualquier creador. Todo aquel que produzca algo interpretable puede considerarse un autor en este contexto, y su ‘muerte’ reside en la idea de que el significado no depende del creador, sino de la interacción del público con lo producido. Otro filósofo francés, Michel Foucault, decía que el autor es una construcción social cuya función era legitimar ciertas interpretaciones. Sin embargo, con el auge de las redes sociales, la comunicación instantánea y globalizada, y la inteligencia artificial, no solo ha cambiado drásticamente la relación entre autor y lector, sino también la definición de ambos conceptos. ¿Siguen siendo relevantes las ideas de Barthes y Foucault, o es mejor abordar directamente los nuevos desafíos que surgen en este contexto?

Con el desarrollo de la IA y la producción masiva de contenido, surgen muchas interrogantes. ¿Debemos considerar a ChatGPT, por ejemplo, una nueva clase de autor, o es solo una herramienta más, como lo fue la invención de las computadoras en su momento? Las obras generadas por estos programas cada vez más autónomos e ‘inteligentes’ desafían la noción tradicional de autoría y despiertan inquietudes. Es cada vez más incierto quién (o qué) se encuentra detrás de una obra. ¿Estamos ante una muerte definitiva (y menos metafórica) del autor tradicional? YouTubers, bloggers, influencers y podcasters se han convertido en nuevos tipos de ‘autores’, en un sentido amplio (y generoso) de la palabra, conllevando a que términos como ‘lector’ y ‘espectador’ sean cada vez menos relevantes en comparación con ‘consumidor’ o ‘usuario’. Me pregunto qué dice esto de nuestra cultura.

Por otro lado, es importante tener en cuenta la creciente influencia que los consumidores ejercen sobre los creadores hoy en día. El fandom y las comunidades en línea, por ejemplo, tienen una capacidad sin precedentes para moldear, provocar y exigir. La audiencia ya no es un observador pasivo en busca de significado; ahora puede influir activamente en el autor y en la dirección de su obra. A esto se suman fenómenos como la ‘cultura de cancelación’, en la que multitudes digitales se organizan con el fin de silenciar o difamar masivamente, a menudo de manera sesgada, arbitraria y obediente. En este contexto, el rol del lector moderno trasciende su papel como intérprete, evolucionando hacia uno más exigente y empoderado (que en ocasiones roza el narcisismo).

Aunque pocos defienden estrictamente el concepto de la ‘muerte del autor’, es evidente que hoy emergen nuevas complejidades. En un mundo saturado de información, la identidad del creador se vuelve cada vez más importante para determinar qué se consume y por qué. La atención se desplaza progresivamente de la obra en sí hacia el ‘quién’ está detrás de ella: sus valores, su imagen pública, su identidad, sus ideales… Es inevitable. En esta era, tanto fascinante como inquietante, aunque el autor ya no ‘muere’ en el sentido barthiano, su esencia tal vez agoniza. Nuevos debates y desafíos. Nuevas oportunidades y necesidades. Un diálogo entre creador y consumidor cada vez más accesible y relevante, pero también más conflictivo. Todo esto pone en jaque esa pérdida de identidad, ese espacio neutro del que hablaba Barthes. ¿Para bien? ¿Para mal? Matemos aquí al autor: que cada uno lo interprete desde su butaca.

Libro de la semana:
La muerte del autor, libro Roland Barthes


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