Tenía pendiente hablar del último libro que leí de Murakami. Más que una reseña o crítica (que no se me dan muy bien), quiero resaltar la originalidad y la brillante simplicidad filosófica del autor que, al menos desde mi interés por el bienestar sostenido, el arte y el significado de la vida, es lo que más me atrajo, con ese magnetismo medio mágico que caracteriza al japonés.
En 2007, cuando se publicó De qué hablo cuando hablo de correr, Murakami tenía 58 años. Al inicio de este ensayo autobiográfico, narrado con magistral sencillez, nos cuenta que en 1981 dejó su trabajo como propietario de un bar de jazz para dedicarse plenamente a escribir novelas. Un año después, comenzó a correr de manera regular para mantenerse tanto física como mentalmente en forma. A lo largo de su vida, llegó a participar en más de veinte maratones y un ultramaratón. Hoy, superando los 75 años, seguramente el ritmo del autor habrá cambiado, pero podría apostar a que sigue siendo un corredor disciplinado (como mínimo, en espíritu).
Después de leer este libro, me quedó claro que este hombre vive para escribir y correr, y que ambas disciplinas han marcado profundamente su mentalidad y cosmovisión como artista y ser humano. Desde el principio, Murakami deja claro que no tiene la intención de aconsejar a nadie sobre cómo vivir, sino simplemente compartir su historia como escritor y corredor (palabras más, palabras menos). Sin embargo, me fue inevitable encontrar un montón de lecciones valiosas, tanto para escritores y creativos como para cualquier persona interesada en aprender de una de las grandes mentes contemporáneas. Destaco las siguientes:
- «El dolor es inevitable. El sufrimiento es opcional»
Una de las primeras frases que subrayé. Ya sea corriendo un maratón bajo el sol implacable, escribiendo una novela o enfrentando cualquiera de los inescapables desafíos de la vida, es nuestra respuesta lo que finalmente define la experiencia. El dolor, físico y emocional, forma parte de la vida, por supuesto, pero el sufrimiento puede depender de cómo elegimos reaccionar y convivir con él. - «Correr es tanto ejercicio como metáfora. Corriendo día tras día, acumulando carreras, poco a poco voy subiendo el listón, y al superar cada nivel, me elevo. Al menos por eso me esfuerzo día tras día: para elevar mi propio nivel. No soy un gran corredor, ni mucho menos. Estoy en un nivel normal, o quizás más bien mediocre. Pero esa no es la cuestión. La cuestión es si he mejorado o no respecto a ayer. En las carreras de larga distancia, el único oponente al que tienes que vencer eres tú mismo, como solías ser»
Esto me recordó a una de las famosas doce reglas de Jordan Peterson, cuya traducción al español es algo floja: «Compárate con quien eras ayer, no con quien es alguien más hoy.» Suena cursi, pero ponerlo en práctica es otro cantar, especialmente en el mundo creativo y profesional actual, donde estamos constantemente bombardeados por logros ajenos, métricas, algoritmos y comparaciones. Murakami también nos invita a reconocer nuestras limitaciones constantemente, abrazarlas y celebrarlas en todo nivel, sin esperar estar en ‘la cima’ de nada (si tal cosa existe) para sentirse lleno y disfrutar del proceso. - «Y, a veces (si todo va bien), podemos aprender que lo que de veras da calidad a la vida no se encuentra en cosas fijas e inmóviles, como los resultados, las cifras o las clasificaciones, sino que se halla, inestable, en nuestros propios actos»
Esa inestabilidad de la que habla Murakami no es un defecto a corregir, sino nuestra luz de encendido: la prueba de que estamos vivos. Pocas cosas estáticas importan realmente. Lo material, lo palpable, lo que viene y va, apenas roza la superficie. Lo valioso es lo que cambia, se transforma y nos transforma. Más que una estantería de trofeos que se empolvan, somos cuerpos y mentes en marcha. - «1949-20** – Escritor (y corredor) – Al menos nunca caminó»
Al final del libro, Murakami dice —medio en broma, medio en serio— que le gustaría ese epitafio. Antes nos contaba que, incluso cuando sus pies literalmente ya no le respondían durante carreras de larga distancia, se negaba a caminar. No creo que aquí haya una gran lección más allá de lo evidente. Pero qué bonito, ¿no? - «Seré feliz si correr y yo podemos envejecer juntos»
Uno de los aspectos más valiosos de este libro —al menos para mí— es el énfasis constante en la importancia de equilibrar el talento (y el trabajo) con la salud y la sostenibilidad. Para Murakami, con el temple de un japonés que corre y escribe como si no hubiera un mañana, correr no es un capricho, ni mucho menos algo estético, sino una inversión a largo plazo en su bienestar y su capacidad de escribir bien. Correr es, como él dice, tanto ejercicio como metáfora. Además, aunque sé que hay una frase más concreta sobre esto, pero no la encuentro ahora mismo, valoro mucho cierto rechazo sereno y humilde que esta mentalidad transmite al mito del artista que romantiza el descuido y la autodestrucción. Murakami nos da a entender que no es precisamente glamuroso que su ‘yo novelista’ haga tanto ejercicio. Desde su talento y su sana locura, inspira autocuidado, entre otras tantas cosas.
En fin, De qué hablo cuando hablo de correr es más que un ensayo sobre correr o escribir. Tampoco es, del todo, una autobiografía de Murakami. Admiro y valoro esa fresca ambigüedad y, aunque supongo que todo ocurre a su tiempo, me hubiera encantado leerlo mucho antes. Sé que me sesga mi fascinación por el autor y su universo literario, y tal vez quienes no estén en absoluto interesados en él puedan encontrar este libro algo plano a ratos. Pero si tuviera que convencer a alguien de leerlo, diría que siempre vale la pena darle una oportunidad a quien nos abre sin miedo la puerta a un espacio privado de su mente y alma, y más aún si lo hace con humildad, sensibilidad y buena prosa. En este caso, es la simple historia de un corredor apasionado que también escribe (o viceversa), pero, sobre todo, de un ser humano imperfecto y reflexivo que se rehúsa a caminar.
Nota personal: Después de años sin hacer ejercicio, leer este libro me inspiró a comenzar a correr regularmente. Me he sentido mucho mejor desde entonces.
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