Descubrí a Kevin Kelly, un escritor estadounidense conocido por su mentalidad radicalmente optimista, al encontrarme ante una frase suya que captó mi atención:

La principal prevención contra el envejecimiento es mantenerse asombrado.

Al investigar un poco sobre él y su carrera, pude notar que, a pesar de los desafíos de la época posmoderna, Kelly aboga por un optimismo realista, evitando caer en la trampa del optimismo tóxico: un exceso de positividad ingenua y contraproducente.

Con respecto al asombro que se menciona en la anterior frase, quizás está en peligro de extinción. A veces parece que ‘ya lo hemos visto todo’, que nada puede sorprendernos en una era informática y peligrosamente privilegiada. Sin embargo, no dejamos de ser humanos, vulnerables y sensibles, cuyos dilemas existenciales y preocupaciones cotidianas no se solucionan del todo con un clic (todavía ¿…?). Tal vez, aunque nos cuesta aceptarlo, sea justo la naturaleza desafiante de las adversidades el motor de un optimismo saludable.

Como argumenta Kelly, a lo largo de la historia de la humanidad cada catástrofe y logro relevante ha requerido una dosis significativa de optimismo (en ocasiones algo ilusorio) para vislumbrar la posibilidad de salir victoriosos. Pocos avances o descubrimientos de diverso alcance, tanto individuales como colectivos, han sido posibles sin la creencia previa y persistente en su éxito. Nuestra historia, entonces, se erige sobre cimientos de optimismo. Quizás un futuro próspero solo es alcanzable si creemos en su plausibilidad y, por supuesto, actuamos consecuentemente. Es por ello que Kelly reemplaza las utopías con ‘protopías’: la visión posible de un futuro mejor. En lugar de buscar lo perfecto, conviene trabajar por mejorar continuamente, de forma realista, paciente y optimista; luchar por ‘un poco más de bien que de mal’.

Para trascender quizás lo abstracto e idealista, cabe señalar que tanto Kelly como otros pensadores e investigadores actuales respaldan la noción de que los últimos años han evidenciado mejorías continuas y exponenciales a nivel global. Por ejemplo, en el libro Factfulness, los legendarios estadísticos Hans, Anna y Ola Rosling sostienen que, al ser cuestionados sobre tendencias globales como el aumento de la población mundial, la escolarización de las mujeres y la disminución de la pobreza, solemos dar respuestas sistemáticamente incorrectas… “tan incorrectas que un chimpancé eligiendo respuestas al azar consistentemente superará en aciertos a periodistas, premios Nobel y banqueros de inversión”.

En fin, aunque enfrentamos a diario complejos desafíos y disparidades, creo que es importante, por lo menos, cuestionar si nuestro mundo, a pesar de sus graves imperfecciones, se encuentra en un estado mejor o peor de lo que tendemos a pensar (muchas veces como consecuencia del amarillismo y la desinformación masiva). Cuando permitimos que las malas noticias adquieran proporciones y credibilidad exageradas en lugar de abrazar opiniones basadas en hechos, corremos el riesgo de perder la capacidad de enfocarnos en las verdaderas amenazas que enfrentamos como individuos y como especie.

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