Alguna vez me compré una pequeña libreta de color marrón que decía en su portada: Be productive, not busy. No recuerdo qué escribí allí, pero sé que arranqué muchas de sus páginas al no estar del todo conforme con su contenido (o quizás con mi caligrafía). Aunque debo haber dedicado algunas horas a escribir relatos, ideas y versos en aquella libreta, mi exagerada preocupación por los detalles no me permitió crear algo que perdurase en mi vida, algo cuyo valor hoy resuene dentro de mí o en otras personas. Es decir, considero que, aunque me mantuvo ocupado, no fui del todo productivo con la libreta de color marrón.
En ocasiones, encontrarnos plenamente ocupados de corregir detalles insignificantes, perfeccionar nuestros métodos o esperar al momento perfecto de ‘inspiración’ nos brinda, quizás de forma inconsciente, una excusa para evitar hacer algo productivo. Para sentirme real y sanamente productivo necesito trabajar duro y ocuparme de algo, pero de forma inteligente, con la mira en un anhelo que parezca inalcanzable, que a veces me supera y me abruma, pero que sé que puedo conseguir si avanzo poco a poco hacia lo concreto, valioso y perdurable. En cambio, cuando tan solo estoy ocupado, sin propósito claro, desconfío y me siento perdido; es como pararse al lado del camino principal para, en lugar de seguir caminando, pensar en todo lo que aún nos falta por recorrer, en otros posibles caminos que quizás hubiesen sido más efectivos, o quizás caminar en zigzag, indecisos, en lugar de en línea recta.
Con frecuencia, ‘obligarnos’ a estar ocupados por el simple hecho de ‘hacer cosas’ es vivir en el caos de lo pendiente e intentar desesperadamente ordenarlo todo. Al ser productivos, en cambio, se procura navegar con calma y paciencia entre el orden y el caos, entre la seguridad y la incertidumbre, pero sin perder de vista nuestra meta… seguir navegando. Con frecuencia, por ejemplo, reviso demasiadas veces un texto que ya he leído a consciencia porque sé que siempre puede ser un poco mejor. Ser verdaderamente productivo, de forma sostenible, proactiva y saludable, implica aceptar que toda tarea es incompleta, que toda meta, tal y como la idealizamos, es inalcanzable. Hay una fina línea entre la excelencia y el perfeccionismo contraproducente. Me gusta caminar por la mitad.
1 comentario
JM Naranjo · 2021 a las 14:23
No es lo mismo procurar que el relato, por ejemplo, no tenga errores, que invertir varias horas en revisar el texto como consecuencia de inseguridades y una necesidad extrema de perfeccionismo. A esto me refiero con «no perder varias horas en detalles insignificantes»; evidentemente no me refiero a que debemos presentar productos mediocres. Estar ocupado es hacer algo, pero no necesariamente implica usar el tiempo de forma inteligente. ¡Gracias por tu comentario!