A pesar del significado abstracto del tiempo, el simbolismo del ‘borrón y cuenta nueva’ nos invita a forjar nuevos caminos y establecer metas de crecimiento personal al iniciar cada año. Sin embargo, los propósitos de Año Nuevo, siempre inspiradores, representan un desafío para la mayoría de nosotros. Recientemente, me topé con una estadística (cuya veracidad no me atrevo a dudar) que afirmaba que hasta el 80% de las metas planteadas a fin de año son abandonadas antes de llegar a marzo. La principal causa detrás de esta tendencia es la carencia de un plan sólido. Como dijo Antoine de Saint-Exupéry, «una meta sin un plan es solo un deseo».

Cuando carecemos de un plan estructurado, nuestros propósitos se desvanecen al son de la ansiedad y desmotivación generada por su falta de claridad. Aquí es donde entra en juego el concepto de los objetivos SMART (Específicos, Medibles, Alcanzables, Relevantes y con un Tiempo determinado), una herramienta psicológica fundamental para estructurar metas efectivas, ya sean personales o laborales. La especificidad, medibilidad, viabilidad, relevancia y temporalidad son elementos cruciales para contrarrestar la falta de planificación que conlleva al abandono de todo tipo de objetivos. Esta simple noción puede marcar la diferencia entre un deseo fugaz y la consecución de una meta, ubicándonos en el reducido porcentaje de individuos que logran cumplir sus propósitos de Año Nuevo a nivel global.

En este inicio de año, o en cualquier momento que nos enfrentemos a la necesidad de reinventarnos, tracemos metas alcanzables e inteligentemente estructuradas. Que las ganas de crecer no sean solo un capítulo temporal, sino el comienzo de nuevas historias escritas con el propósito, la estrategia y la consistencia que impulsan toda transformación.



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