Estoy leyendo Las intermitencias de la muerte, de José Saramago. La novela relata la historia de un país sin nombre en donde, como por arte de magia, de un día para el otro, la gente dejó de morir. Tras pocos días de alivio y celebraciones, desató el caos político, logístico, social y existencial. ¿Por qué tendemos a contemplar aquella quimera de vivir para siempre como un elíxir de la felicidad? En su novela, Saramago sugiere que la ausencia de la muerte sería más que catastrófica para la humanidad. Las religiones caducan, por ejemplo, ante la extinción de la muerte: se acaban las promesas paradisíacas de la vida eterna post mortem. Dejando de lado la satisfacción pasajera e ingenua de tener tiempo ilimitado para ‘disfrutar’ de la vida, ¿cuál sería el verdadero beneficio de vivir para siempre? ¿Qué sentido tendría, entonces, estar vivos?

Tal vez el intento de escapar de todo aquello que es inevitable forma parte de nuestro destino como seres humanos, despierta en nosotros cierto llamado a la aventura y nos brinda una sensación de propósito. Lo mismo ocurre con el sufrimiento, el fracaso y tantas otras cosas que, aunque tratamos de evitar, les dan valía y sentido a sus antónimos.

Pensar en la muerte y el destino me remite a un antiguo relato mesopotámico que, según encuentro en Wikipedia, aparece en el epígrafe de la novela Cita en Samarra escrita por John O’Hara en 1934:

Un comerciante de Bagdad envía a su sirviente al mercado en busca de provisiones. Poco después, el criado llega a casa pálido y tembloroso y le dice que en la plaza del mercado lo empujó una mujer, a quien reconoció como la Muerte, quien le hizo un gesto amenazador. Tomando prestado el caballo del comerciante, huye a gran velocidad a Samarra, a una distancia de unas 75 millas (125 km), donde cree que la muerte no lo encontrará. El comerciante luego va al mercado y encuentra a la Muerte, y le pregunta por qué hizo el gesto amenazador a su sirviente. Ella responde: “No fue un gesto amenazante, solo fue una muestra de sorpresa. Me sorprendió verlo en Bagdad, porque tengo una cita con él esta noche en Samarra”.


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1 comentario

Cuando construyes tu propia desdicha - JM Naranjo · 2022 a las 14:35

[…] incertidumbre… Hace varios meses mencioné este antiguo relato mesopotámico en mi artículo La muerte como un destino inevitable y necesario, y acabo de descubrir que García Márquez incluyó este cuento en su libro Cómo se cuenta un […]

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