Entre otras lecturas intermitentes, sigo explorando este libro publicado en 2019 por la autora española Irene Vallejo. Antes de reproducir un fragmento que considero magistral de El infinito en un junco, describiré brevemente esta brillante obra que trata del origen del libro como artefacto.

El infinito en un junco es una suerte de ensayo novelesco que explora la historia del libro y su evolución a lo largo del tiempo, desde los inicios de la escritura en Mesopotamia hasta la era digital. Irene Vallejo narra esta fascinante historia que nació hace cinco mil años cuando los egipcios descubrieron el potencial del papiro: una planta de juncos.

Con una habilidad narrativa impresionante y gran sensibilidad, la autora nos traslada desde los campos de batalla de Alejandro hasta los palacios de Cleopatra, las primeras librerías y los talleres de copia manuscrita. También invita al lector a visitar las hogueras donde se quemaron códices prohibidos, la biblioteca de Sarajevo y el laberinto subterráneo de Oxford en el 2000. A través de una aventura colectiva, los tiempos se funden en la historia de aquellos que solo han concebido la vida en compañía de la palabra escrita.

La obra está dividida en tres partes, cada una centrada en una época distinta de la historia del libro. La primera parte abarca el mundo antiguo, la segunda aborda la Edad Media y la última se centra en la época moderna. De tal forma, Irene Vallejo explora no solo la historia del libro, sino también cómo los cambios en la tecnología y la cultura han afectado la forma en que se escribe y se lee.

El infinito en un junco ha recibido elogios de la crítica y ha sido galardonado con varios premios literarios en España. La obra, además, se ha convertido en un éxito de ventas y ha sido traducida a varios idiomas. Constituye ya un referente literario que, según Mario Vargas Llosa, «se seguirá leyendo cuando sus lectores de ahora estén ya en la otra vida».

A continuación, un imprescindible fragmento de El infinito en un junco dirigido al Lector:

Hablemos por un momento de ti, que lees estas líneas. Ahora mismo, con el libro abierto entre las manos, te dedicas a una actividad misteriosa e inquietante, aunque la costumbre te impide asombrarte por lo que haces. Piénsalo bien. Estás en silencio, recorriendo con la vista hileras de letras que tienen sentido para ti y te comunican ideas independientes del mundo que te rodea ahora mismo. Te has retirado, por decirlo así, a una habitación interior donde te hablan personas ausentes, es decir, fantasmas visibles solo para ti (en este caso, mi yo espectral) y donde el tiempo pasa al compás de tu interés o tu aburrimiento. Has creado una realidad paralela parecida a la ilusión cinematográfica, una realidad que depende solo de ti. Tú puedes, en cualquier momento, apartar los ojos de estos párrafos y volver a participar en la acción y el movimiento del mundo exterior. Pero mientras tanto permaneces al margen, donde tú has elegido estar. Hay un aura casi mágica en todo esto.

Irene Vallejo – El infinito en un junco




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