Puede ocurrir que elijamos voluntariamente no hacer nada para solucionar un problema o encontrar respuestas a una interrogante vital, aun sabiendo exactamente qué hacer o, por lo menos, teniendo ciertas nociones. Esto es comparable, de alguna forma, con lo que la Iglesia católica llama ‘pecados de omisión’. En términos coloquiales: «ojos que no ven, corazón que no siente». Sin embargo, ‘hacernos los ciegos’ ante un problema, sea cual sea su magnitud, puede causar catástrofes a largo plazo. No solo corrosiones internas, sino también un sinnúmero de daños colaterales.
Desde una perspectiva psicológica, es una premisa básica que reprimir las cosas que sabemos que tenemos que enfrentar, en lugar de tratar de comprenderlas poco a poco y, eventualmente, hacer algo al respecto, definitivamente no es la solución. Todo lo contrario. Aquella ceguera intencional se trata del acto voluntario de perpetuar cierto estado de mediocridad o, peor aún, deteriorar a consciencia todo aquello que sabemos que podría estar mejor. Saber que existe algo por solucionar y decidir conscientemente mirar para otro lado es procrastinar el estallido inevitable de una bomba que, pese a ya ser temible de por sí, se vuelve más peligrosa y potente con el paso del tiempo.
Pasan los años, entonces, y todo aquello con lo que no lidiamos a tiempo sigue madurando, escondido bajo la cama. Y quizás podríamos haber encontrado respuestas de haber estado dispuestos a sentir incomodidad, a sufrir un poco por una causa valiosa. Pero tuvimos miedo a lo que pudimos encontrar, preferimos no saber, ‘hacernos los ciegos’. Es evidente que encarar un problema que nos abruma, tener conversaciones desagradablemente necesarias, tomar decisiones amargamente inciertas… todo esto causa diversos niveles de incomodidad, casi siempre sustanciales.
Y entonces, podemos acudir a la ceguera intencional para evitar la incomodidad del momento. Podemos evadir cada ‘pequeño’ problema, defecto o interrogante vital del ahora como en un juego de obstáculos y seguir con nuestra vida, como si nada. Hoy es más fácil. Algún día no habrá por dónde caminar.
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