Hoy pienso en algo que dice Jorge Drexler en su canción Movimiento: «Si quieres que algo se muera, déjalo quieto». Esta canción habla de lo pequeños que somos y describe a todo ser humano como un ciudadano más del mundo, sin importar cualquier clase de frontera que se haya trazado. Todos somos «de ningún lado del todo y de todos lados un poco». Me encanta esta última frase y la idea de que todas las personas somos igual de insignificantes y, al mismo tiempo, compartimos nuestra humanidad. Pero acordarme de Movimiento hoy me hace pensar en otra cosa. Drexler dice que estamos vivos porque estamos en movimiento y, más allá de toda metáfora, considero que esta afirmación tiene mucha validez pragmática.

¿Qué pasa cuando estamos quietos? Con frecuencia la falta de movimiento puede denotar apatía, tristeza, desmotivación, enfermedad, dolor… Y eventualmente ha de demostrar carencia de vida. Aunque quedarnos quietos a ratos también nos restaura, pues evidentemente debemos descansar, aquella es una quietud necesaria y con un propósito proactivo (en este sentido, siempre es importante determinar el por qué de todo lo que hacemos). También reflexionamos y leemos, por ejemplo, en aparente quietud, pero he notado que ante la falta de movimiento corporal a veces se apresura nuestra mente, nos movemos de otras formas…

¿Qué es la vida entonces? Mejor dicho, ¿qué significa estar vivos? Creo que, al hablar de movimiento, el verdadero significado de estar vivos es tener la capacidad y las ganas de crear cosas, de crecer, de establecer una dirección que nos haga movernos de cualquier forma. Vivir es viajar, aprender, conocer(nos), caer, levantarse, agitar los brazos en señal de euforia o de ira, saltar en un concierto o en un estadio, aplaudir, nadar, caminar, bailar, abrazar… Todo esto implica algún tipo de movimiento, sea físico, mental o espiritual. Implica no quedarnos en el mismo sitio, trascender lo conocido, lo cómodo, ‘lo mismo de siempre’. Moverse es cambiar, y todos estamos cambiando de forma continua e ineludible.

Entonces, tal vez quedarnos quietos sin propósito alguno (o con el propósito deliberado de no dirigirnos hacia ningún lado) puede atentar contra nuestra salud y nuestra vida no solo de forma literal, sino arrebatándonos un millar de oportunidades de desarrollo y de crecimiento. Y quizás por eso el gran escritor japonés Haruki Murakami escribió alguna vez, parafraseando la famosa frase de Descartes: “Me muevo, luego existo”.


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